383 nia que había de tener este mozo 18 hijos, sino le obligasen á ir á saltear y matar antes de morir: aquel otro , según me dixeron las parcas en el instante en que le cortaron el hilo déla vida , hubiera igualado al famoso k Pousin, si le dexasen ser pintor en lugar de hacerle soldado; y este otro estaba destinado á hacer un descubrimiento en la medicina, el mas útil á la humanidad. Lañes. Pero qualquiera de esos debe cederme el lugar: ninguno de ellos pudo completar su horóscopo, por lo que sus derechos no son comparables á los que me da la fama. Acheronte, Ay, ay, mi pobre Lañes ! pues tu piensas que los humos de la gloria pueden mezclarse con los humos del infierno? Desengáñate: solo aqui es donde existe la verdadera zg-wa/tfoi; aquella igualdad que en vano seguiste hasta que la desigualdad te elevó por encima de tus semejantes ; ni tampoco creas que tu gloria descansa en fundamentos sólidos : ahora mismo está bien equívoca y en riesgo de caer con tu amo de quien recibiste los frivolos honeres que aun cubren tu cadáver : tal vez bien deprimida tu gloria será desvanecida por la de otros que derriben tus -crofeos. Pero tengo la barca llena: luego vuelvo. Lañes. No entiendo semejante lenguage, ni el poco caso que por acá se hace de las magnificas acciones que las mas de las veces abrevian el camino del infierno! Pero vamos, entretanto, á ver si entre estas sombras encuentro algunas que fuesen testigos de mis grandes hechos Oh! cata ahi viene un oficial prusiano: este se hallaría en Jena: dime ¿entraste en la famosa batalla que perdió ei duque de Brunswick, y que con ella perdió la monarquía pru^siana ? Scliill. No. Lañes. Y que hacías entonces? Schill. Prevehia las ventajas detugefe, maldecía su ambición, lloraba mi patria, y ardía en deseos de vengarla. Lañes, {aparte.) No es este el panegirista que yo busco. Schill. El desastre de nuestro exército, y la conquista de quasi todo el reyno, dieron ocasión de distinguirme: junté algunos fugitivos, y á la cabeza de algunos valientes, insulté muchas veces tus legiones victoriosas ; pero el valor de algunos fieles prusianos no podía entonces desviar los males preparados tan de antemano á la monarquía de Federico, por un ministro insensato ó perverso: Haugwitz víó el resultado de su detestable política, y se firmó ia paz de Tiisit. Lañes, Ahora es quando te conozco: ¿tu nombre no es Schill?