ii37 cias, de emprender y defenderse con tropas bisoñas. Finalmente, aunque alguna vez triunfó el arrojo de la pericia, lograron con ésta los enemigos dispersar y desorganizar los nuevos cuerpos, y persiguiéndolos incesantemente , no han dado lugar , ni á la reunión , ni á la instrucción. A estas desgracias sucedieron otras qu^ son efectos precisos de la falta de organización ; pues comenzó á declararse la insubordinación, mal el mayor que puede sobrevenir á un exército ; pues faltando el órden y la pronta obediencia , que de ningún modo puede haber, si la subordinii-cicn falta, filta la unión y por consiguiente la fuerza; y por eso dicen con razón los políticos, que un exército insubordinado es un exército vencido. Las críticas circunstancias en que la nación se hallaba y halla para cortar y atajar un mal tan grande, obligaron á vacilar á los generales mas discretos sobre los medios. Níngun general ignora, que al rústico soldado, que no tuvo educación que le hiciera conocer el camino del -honor, y que viene forzado á exponer la vida, ser neetsario obligarle á la empresa con rigor y la severidad de la ley , sin que sea i'uil ni oportuno otro medio ; pero el conocimiento claro de las privaciones tjue los soldados sufrían y sufren de alimento, vestuario y prest en muchas ocasiones; el riesgo de que aborrecidos abandonasen las armas y se volviesen á sus hogares , de donde no se les podia sacar por estar en posesión de los enemigos ; y «otras consideraciones ^ue están al alcance de todos, presentaban cotno muy expuesto el uso del rigor ; y así usaron de la persuasión y de la indiligencia. Ninguno puede reprobar esta cuerda conducta de los gefes para con ios soldados, mientras no se tomaban las mas oportunas y severas providencias, para pue no pudiesen alegar la falta de pan y vestuario; pero es tanta la necesidad del rigor y severidad para mantener la subordinación, que