Jerez Quina DOMECQ D. Dámaso Berenguer y Fuste, indiscutible prestigio del Ejército, guión en la lealtad para la Patria y su Rey, rinde este tributo de respeto y cariño la octava región, a la que en su mando supo definirla con sus virtudes y robustecerla en los sólidos principios del deber y compañerismo » . La valiosa joya fué traída a La Coruña desde Compostela por el Coronel del Regimiento de Zaragoza D. Julio Rodríguez, quien la entregó al Gobernador militar para su envío al destinatario. Cuantos han visto la hermosa placa elogiaron su mérito artístico y encon¬ traron muy laudable la iniciativa de los jefes y oficiales de nuestra región, encaminada a testimoniar en forma perenne su afecto a quien es uno de los más firmes prestigios del Ejército español, y uno de sus talentos más ponderados, más penetrantes y más serenos. Para hacer entrega de la placa al General Berenguer fueron comisionados el General Gobernador de esta plaza, señor Feijóo, el teniente coronel de Intendencia I). Carlos Oliete y el capitán de Infantería I). Tomás Iglesias, quienes salieron para Madrid el día 26 a fin de cumplir tan arato encargo. EL FALLECIMIENTO DEL ARZOBISPO DE SANTIAGO Bien ajenos estábamos al trazar para nuestro número anterior unas cuartillas de merecido elogio al Arzobispo de Santiago, Iltmo. Sr. D. Julián de Diego y García Alcolea, con motivo de su última visita a La Coruña, de que al número siguiente íbamos a cumplir el triste deber de asociarnos al dolor producido en Galicia por su muerte. Nada hacía suponer el fin del ilustre prelado compostelano, tan activo, tan viajero, tan propicio a hallarse presente en actos ciudadanos y manifestaciones populares. Dentro de la humana previsión no cabía vaticinar un próximo fin al señor García Alcolea. Pero la muerte le acechaba ya, sin embargo. Al regreso de su reciente viaje a Madrid sintióse enfermo y tras alternativas diversas en su dolencia, cuando parecía anunciarse la mejoría, una fatal embolia le arrebató la vida el día 16 del corriente, habiendo recogido su último suspiro su sobrino el mayordomo del Palacio arzobispal D. José María López de Diego y el secretario de cámara Sr. Peña Vicente. Con la rapidez difusiva de las malas nuevas se extendió por la región la del fallecimiento del Prelado, que ya contaba en toda ella con generales y arraigadas simpatías por su espíritu moderno, conciliador y tolerante. Como aquel gran gallego que se llamó D. Manuel Lago González, baja al sepulcro el Sr. García Alcolea cuando llevaba poco más de un año rigiendo la archidiócesis compostelana. Cual gallego es menester llorarlo también, pues si no lo era por la materialidad del nacimiento, éralo y muy de veras, porque aquí se había formado su espíritu y por su sincera identificación con las cosas de Galicia, a la que amaba con cariño de hijo. Es una lamentable pérdida para la archidiócesis y muy singularmente para Santiago, la muerte del Sr. García Alcolea. Mucho cabía esperar de su experiencia, de sus talentos y claro sentido de la realidad. La brillantez con que organizó las solemnidades del Año Santo, apenas elevado a la sede compostelana, le acreditaron como hombre activo y de entusiasmos, y era un grato auspicio de florecimiento para la vetusta y noble ciudad. El concepto que el finado Arzobispo tenía de su misión, su modo de ser en que contrastaba su sobria sencillez personal con el boato de que gustaba rodear cuanto se refería a su alta investidura eclesiástica, sus bondades, su carácter asequible y benévolo, habíanle granjeado afectos sin cuento en Galicia, y de su celo esperábase una labor evangeíizadora eficaz y positivos progresos para la archidiócesis compostelana. Por eso hoy la región entera — y con ella cuantos habían estimado las altas dotes del Sr. García Alcolea en otros puestos— siente un sincero pesar, un acendrado dolor ante la muerte de su Prelado, dolor que DOMECQ EN GALICIA comparte, plenamente identificada con los sentimientos populares, tan elocuentemente . expresados en el acto del sepelio, magna manifestación de duelo y postumo tributo de afecto al finado Arzobispo. Para pedir una copa de coñac, basta decir UN DOMECQ